Caín y Abel, S.XX
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Pasado algún tiempo, Caín presentó a Yahvé una ofrenda de los frutos de la tierra. También Abel le hizo una ofrenda, sacrificando los primeros nacidos de sus rebaños y quemando su grasa. A Yahvé le agradó Abel y su ofrenda, mientras que le desagradó Caín y la suya. Ante esto Caín se enojó mucho y su rostro se descompuso. Yahvé le dijo: '¿Por qué andas enojado y con la cabeza baja? Si obras bien, podrás levantar tu vista. Pero tú no obras bien y el pecado está agazapado a las puertas de tu casa. Él te acecha como fiera, pero tú debes dominarlo. Caín dijo después a su hermano Abel: 'Vamos al campo'. Y como estaban en el campo, Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató. (Génesis 4, 3-8)
La escena nos muestra el desenlace de la historia de Caín y Abel, hijos de Adán y Eva. Caín, lleno de celos porque Dios prefería las ofrendas de su hermano Abel, decide matarlo.
Nieva representa el cuerpo inerte de Abel, con la cabeza ensangrentada, mientras el hermano contempla lo hecho con el arma en la mano, una quijada de burro.
Como castigo, Dios lo condena a vivir errante y sin hogar, pero al mismo tiempo le concede una marca para proteger su vida. Este relato también se vincula con la genealogía simbólica de los quenitas, antiguos nómadas del desierto, conocidos por su violencia y por portar tatuajes distintivos.