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Obras
David y Goliat, S.XX
Antiguo Testamento1 Samuel 17, 45 – 51© Felipe Nieva / Cortesía Fundación AMMAImágenes
David, empero, le respondió: «Tú vienes a pelear conmigo armado de jabalina, lanza y espada; yo, en cambio, te ataco en nombre de Yahvé, el Dios de los Ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy te entregará Yahvé en mis manos, te derribaré y te cortaré la cabeza. Y hoy mismo daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves de rapiña y a las fieras salvajes. Toda la tierra sabrá que hay un Dios en Israel, y sabrán todas estas gentes que Yahvé no necesita espada o lanza para dar la victoria, porque la suerte de la batalla está en sus manos.» Cuando el filisteo se lanzó contra David, éste metió rápidamente su mano en la bolsa, sacó la piedra y se la tiró con la honda. La piedra alcanzó al filisteo, hundiéndosele en la frente. Este cayó de bruces al suelo. David, entonces, corrió y se puso de pie encima de su cuerpo, tomó su espada y lo remató cortándole la cabeza. Los filisteos, al ver muerto a su campeón, huyeron. Así, pues, sin otra arma que su honda y una piedra, David derrotó al filisteo y le quitó la vida. (1 Samuel 17, 45 – 51)
Según el relato bíblico, Saúl fue el primer rey de Israel, que tras desobedecer algunas instrucciones del profeta Samuel cayó en desgracia; debido a ello, Samuel ungió como nuevo rey a David, un joven pastor que entró a la corte de Saúl como arpista.
En una de las muchas guerras contra los filisteos por el territorio, el soldado más temido, un gigante llamado Goliat, confiado de su fuerza, propuso que no combatieran ejércitos, sino solo dos hombres de ambos bandos. Ningún soldado judío se atreve; solo David, que llevaba comida para sus hermanos en batalla, se ofrece a pelear armado solo con una honda y cinco piedras.
La obra representa al joven David, que, tras lanzar con la honda una piedra que golpeó al gigante en la cabeza y lo tumbó, agarró la espada de su enemigo y con ella le dio muerte cortándole la cabeza, llevándola como trofeo a Jerusalén.
En el cristianismo, David tiene importancia como el ancestro de Cristo, pues muchos profetas revelaban que el Mesías provendría de su familia.
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