Tobías salió en busca de un hombre, y encontró al ángel Rafael, pero no sabía que era ángel de Dios […] Partió el joven con el ángel, y el perro los seguía, caminaron y, llegada la noche, acamparon a la orilla del río Tigris. El joven bajó al río para lavarse los pies, cuando del agua saltó un gran pez que por poco le devora el pie. Tobías gritó, pero el ángel le dijo: ‘Tómalo y no lo dejes escapar’. El joven se apoderó del pez y lo sacó a tierra. El ángel agregó: ‘Ábrelo; sácale la hiel, el corazón y el hígado, y guárdalos’. El joven abrió el pez y sacó la hiel, el corazón y el hígado. Luego cocieron el pez y se lo comieron. Después continuaron su camino hasta cerca de Media. El joven preguntó al ángel: ‘Hermano Azarías, ¿qué remedios son el corazón, el hígado y la hiel del pez?’. Le respondió: ‘Si se quema el corazón o el hígado del pez ante un hombre o mujer atormentados por un espíritu malo, el mal desaparece para siempre. Con la hiel se untan las manchas blancas de los ojos y quedan sanos’. (Tobías 15, 4; 6, 2 - 9)

La Biblia católica cuenta con ocho libros escritos en griego, llamados deuterocanónicos, libros que fueron reconocidos como inspirados durante el Concilio de Trento, pero que judíos y protestantes consideran apócrifos. Estos textos marcan un eslabón entre prácticas y problemas doctrinales entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El libro de Tobit es uno de ellos.

Este texto cuenta las adversidades de un judío piadoso de Nínive llamado Tobit, el cual queda ciego. Posteriormente, envía a su hijo Tobías a recuperar cierto dinero que estaba en manos de un conocido en la ciudad de Media; para este fin, Tobit contrata como guía a un misterioso hombre que resultará ser el Arcángel Rafael. Rafael indica a Tobías cómo las entrañas de un pez quitarán la ceguera de su padre y le permitirán desposar sin ningún contratiempo a su prometida Sara. En esta escena se condensan en una sola narración varios capítulos del libro.