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Obras
La visita de la reina de Saba, S.XX
Antiguo Testamento1 Reyes 10, 1 – 5; 10, 10 - 13© Felipe Nieva / Cortesía Fundación AMMAImágenes
La reina de Saba había tenido noticias de la fama de Salomón y vino a preguntarle sobre cuestiones muy difíciles. Llegó, pues, a Jerusalén con un gran número de camellos cargados de perfumes y de gran cantidad de oro y joyas. Cuando estuvo en la presencia de Salomón, ella le expuso todas sus dudas, y Salomón aclaró todos sus problemas. No hubo misterio que el rey no pudiera aclarar. La reina de Saba presenció la vida fastuosa de Salomón; vio la casa que se había edificado, los exquisitos alimentos de su mesa, las habitaciones y los uniformes de sus servidores y las vestiduras de sus ministros, así como los sacrificios que se ofrecían en la Casa de Yahvé. […] Luego ofreció al rey ciento veinte talentos de oro, perfumes y joyas en gran cantidad. Nunca había llegado tanta cantidad de perfumes como los que regaló la reina de Saba a Salomón. Pero la flota de Hiram que traía oro de Ofir también había traído de ese lugar gran cantidad de maderas de sándalo y de joyas. Con las maderas de sándalo, Salomón hizo balcones para la Casa de Yahvé y la casa del rey, así como cítaras y arpas para los cantores. Madera como aquélla no se ha vuelto a ver hasta el día de hoy. Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella quiso; además le hizo regalos como sólo él podía hacerlos. Después, ella se marchó y volvió a su país con toda su gente. (1 Reyes 10, 1 – 5; 10, 10 - 13)
Salomón, hijo de David, fue el último rey del Israel unificado, el cual era conocido por su sabiduría y por llevar al pueblo de Israel a la bonanza; de hecho, a él se le atribuye la construcción del gran templo de Jerusalén con ricos materiales.
El tema representado lo encontramos tanto en el libro de los Reyes como en el libro de Crónicas, del Antiguo Testamento, donde se nos narra cómo la reina de Saba acude a Jerusalén animada por la buena fama de Salomón, queriendo comprobar por sí misma las maravillas de las que hablaban. El mismo texto nos cuenta que llevó una gran comitiva y regalos muy preciados.
El tema del encuentro entre estos dos soberanos es representado ampliamente desde el Renacimiento, pues era un tema que frecuentemente se usaba para decorar estancias palaciegas y aristocráticas, un pretexto para retratar la vida cotidiana de las clases dominantes y su ceremonial. Para el S. XIX, este tema ayudó a explotar el exotismo que despertaban los lugares colonizados por las potencias europeas.
En el cristianismo, este pasaje tiene importancia, pues es visto como una prefiguración de la universalidad del mensaje de Cristo.
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