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Obras
El bautismo, S.XX
Nuevo TestamentoMarcos 1, 4-6; 1 9-11
Mateo 3; 16-17
Lucas 3, 21- 22© Felipe Nieva / Cortesía Fundación AMMA
Es así como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. Además de la piel que tenía colgada de la cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre […] En aquellos días Jesús vino de Nazaret, pueblo de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el río Jordán. Al momento de salir del agua, Jesús vio los Cielos abiertos: el Espíritu bajaba sobre él como lo hace la paloma, mientras se escuchaban estas palabras del Cielo: ‘Tú eres mi Hijo, el Amado, mi Elegido’. (Marcos 1, 4-6; 1 9-11)
Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: ‘Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido’. (Mateo 3; 16-17)
Un día fue bautizado también Jesús entre el pueblo que venía a recibir el bautismo. Y mientras estaba en oración, se abrieron los cielos, el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente en forma de paloma, y del cielo vino una voz: ‘Tú eres mi Hijo, hoy te he dado a la vida’. (Lucas 3, 21- 22)
Nieva ha representado en esta obra el momento en que san Juan, vestido solo con una piel de camello y un cinto, vierte agua del río Jordán sobre la cabeza de Jesús con ayuda de una concha; Jesús la recibe semidesnudo en una actitud orante mientras el Espíritu Santo desciende sobre él en forma de paloma.
Esta escena aparece en los cuatro Evangelios, con mayor o menor detalle, en la cual se narra no solo la aceptación de la propia misión por parte de Cristo, sino también la presencia de Dios que reconoce a Jesús no solo como el mesías esperado, sino también como su Hijo. Es en este contexto que Juan el Bautista también reconoce en Jesús al Siervo anunciado por los profetas.
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