-
Obras
La Anunciación, S.XX
Nuevo TestamentoLucas 1, 26-38© Felipe Nieva / Cortesía Fundación AMMA
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás’. María entonces dijo al ángel: ‘¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?’. Contestó el ángel: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible’. Dijo María: ‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho’. Después la dejó el ángel. (Lucas 1, 26-38)
En esta escena vemos representado al arcángel Gabriel anunciando a la Virgen María que concebirá al Hijo de Dios, Jesús, relatado en el Evangelio de Lucas. Esta escena es importante, pues para la teología cristiana, Dios manda a Gabriel para anunciar que el cumplimiento de la Escritura ha llegado y se ha de crear un nuevo pacto a partir de la Encarnación de Dios en el vientre de María.
Siguiendo la tradición iconográfica, María aparece arrodillada ante un reclinatorio en el que se encuentra un libro cuya lectura se acaba de interrumpir; según una tradición, María estaba meditando sobre la profecía de Isaías: “He aquí que la virgen concebirá”. Vemos en la escena un jarrón con una rama de azucenas blancas; esto no es simplemente decorativo, simboliza la condición virginal y la pureza de María.
4de 24