Becerro de oro
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La adoración del becerro de oro, S.XX
Imágenes
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Moisés no bajaba del cerro y le pareció al pueblo un tiempo largo. Se reunieron en torno a Aarón, al que dijeron: ‘Fabrícanos un Dios que nos lleve adelante, ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, que nos sacó de Egipto’. […] Al bajar de vuelta del cerro, Moisés traía las dos tablas de las Declaraciones divinas en que las leyes estaban escritas y grabadas por ambos lados. Las tablas eran obra de Dios, como también la escritura era la escritura de Dios, grabada sobre ellas. Josué estaba con Moisés, y al oír el griterío del pueblo dijo: '¡Hay gritos de guerra en el campamento!'. Moisés le contestó: 'No son gritos de victoria, ni lamentos de derrota; lo que oigo son cantos a coros. Al acercarse Moisés al campamento, vio el ternero y las danzas. Se llenó de furor y arrojó las tablas, que se hicieron pedazos al pie del cerro. Después tomó el ternero que habían fabricado, lo quemó y lo machacó hasta reducirlo a polvo. Y dio de beber al pueblo agua con este polvo mezclado. (Éxodo 32, 1; 32, 15- 20)
Se representa el momento en que Moisés baja del monte Sinaí desapercibido de su pueblo y los encuentra adorando a un becerro de oro, hecho con las joyas de los hebreos; se ve a un grupo bailando y cantando, haciendo alusión a lo irracional, la sensualidad y el desenfreno que se ha ligado a la adoración de “ídolos”.
Moisés, lleno de cólera, tira las tablas y las rompió al pie de la montaña, destruyendo al ídolo y sus devotos. Este ídolo que los hebreos hacen tras la desesperación de no saber nada de su libertador y tenerlos esperando en el desierto es un toro, animal sagrado en la región, símbolo de fertilidad y fuerza, ligado a la adoración al dios cananeo “Él”, al que se rendía culto para obtener bienes y riqueza, aunque estas fueran conseguidas por medio del fraude, la violencia y el saqueo, cosa que los profetas reprocharán y repudiarán a los israelitas idólatras.