Jesús y la Samaritana, S.XX
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Fue entonces cuando una mujer samaritana llegó para sacar agua, y Jesús le dijo: ‘Dame de beber’. Los discípulos se habían ido al pueblo para comprar algo de comer. La samaritana le dijo: ‘¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?’ (Se sabe que los judíos no tratan con los samaritanos). Jesús le dijo: ‘Si conocieras el don de Dios, si supieras quién es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y él te la daría’. Ella le dijo: ‘Señor, no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esa agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus animales; ¿eres acaso más grande que él?’. Jesús le dijo: ‘El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en un chorro que salta hasta la vida eterna’. La mujer le dijo: ‘Señor, dame de esa agua, y así ya no sufriré la sed ni tendré que volver aquí a sacar agua’. (Juan 4, 7-15)
Uno de los temas tempranamente representados en arte cristiano es el encuentro de Jesús con la samaritana. Este pasaje se recoge exclusivamente en el Evangelio de Juan, donde se narra cómo Jesús, al pasar por la ciudad de Sicar en Samaria, se detuvo en el pozo de Jacob, donde el patriarca bíblico se enamora perdidamente de Raquel. Ahí le pidió de beber a una mujer que sacaba agua. Esta le preguntó cómo él, siendo judío, le dirigía la palabra, cuando samaritanos y hebreos no se trataban.
Felipe Nieva representa a Jesús sentado junto al pozo, y a dos mujeres de pie, sujetando un cántaro cada una. Una mujer parece estar más atenta a él; incluso se le ve sonreír, ante lo que parece ser una conversación, que terminará en el reconocimiento del mesianismo de Jesús por parte de ella.